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Desarrollo multidisciplinario y participativo

Amarres de Ixtle, por Mauricio Maycotte

Staff Chic

Cuando hablamos de urbanismo es común pensar en un arquitecto urbanista como alguien que establece criterios, realiza diagnósticos y propone estrategias de desarrollo ordenado. Así como un cardiólogo es el único profesional capacitado para realizar una cirugía al corazón, el urbanista se cree que es el único responsable del diseño de una ciudad. 

 

Una metrópoli es un ente viviente, un sitio donde interminables historias se bifurcan, lugar para ricos y pobres, conocidos y desconocidos, sabios e ignorantes… es un denso nido de interdependientes asentamientos urbanos, es la máxima creación de una civilización, la obra maestra de la especie humana. 

 

¿Por qué pensar en un solo tipo de profesionista como el único responsable de la planeación urbana?, ¿acaso no son todos los habitantes de la ciudad quienes terminan por darle forma a la misma? Cabe aclarar que, en un escenario ideal, el urbanista aportará una adecuada directriz de ordenamiento en base a sus conocimientos técnicos del tema, sin embargo, la participación de diversas disciplinas al momento de proponer planes de desarrollo urbano es algo que enriquecerá tales proyectos, reduciendo los riesgos de desilusión. 

 

Una urbe proyectada con amplios espacios públicos puede considerarse envidiable, sin embargo, carecer de una adecuada gestión política para ejecutar estos proyectos y una falta de participación de su población en el cuidado de los mismos, seguramente provocará un estrepitoso fracaso en la lucha por estas áreas dignas. 

 

El proyecto de un sistema de vías de transporte terrestre multimodal (calles, avenidas, banquetas, corredores) puede ser una solución a los grandes problemas de movilidad en zonas urbanas que actualmente se presentan en todo el mundo. Sin embargo, sin una prospectiva del sistema que sea constantemente monitoreada, la cual advierta sobre posibles fallas en el sistema y anticipe a los tomadores de decisiones a ejecutar acciones pertinentes, puede provocar una resistencia civil a tal sistema.

 

Políticas públicas que aboguen por el respeto al medio ambiente, a la resiliencia urbana y fomenten inversiones estratégicas de infraestructura en la metrópoli pueden ser aplaudidas al momento de aprobarse. Por el contrario, la omisión de los ciudadanos al no exigir el cumplimiento de las mismas, o la desidia del político al momento de implementarlas, termina por dejar las ideas en un puñado de buenas intenciones.

 

El urbanismo, aún y cuando debe ser guiado por un profesional en la materia, es una tarea de todos los habitantes. Puede decirse que la única constante en cuanto al “uso” de una metrópoli es el cambio. Desde aquella ama de casa que tiene como labores principales las tareas domésticas, pasando por el joven estudiante que comienza una vida independiente de sus papás, hasta el profesionista que participa activamente en una economía global, todos tienen el deber cívico de participar proactivamente en una mejora de nuestra ciudad.

 

MAURICIO@DESPACHOEME.COM

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