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VEINTITRÉS

Fuck el stylist, fuck el estilo

El estilo no nace en el algoritmo. Nace en los márgenes, en lo heredado, en lo que no pide permiso.

El estilo no nace en el algoritmo. Nace en los márgenes, en lo heredado, en lo que no pide permiso.
El estilo no nace en el algoritmo. Nace en los márgenes, en lo heredado, en lo que no pide permiso.
Santiago Daniel Benítez

Por mucho tiempo nos dijeron cómo vestir. Hoy, las redes sociales nos lo gritan.

“Fuck el stylist, fuck el estilo”, canta Rosalía en Saoko, y esa frase resuena como una bofetada a una industria que ha convertido la moda en una vitrina de tendencias recicladas y aprobadas por algoritmos. Pero, ¿y si vestirse no fuera seguir una pauta sino desobedecerla?

Vestirse es un acto cotidiano. Todos lo hacemos. Nos cubrimos, nos adornamos, nos camuflamos o nos exponemos. Pero eso no significa que entendamos la moda. Porque la moda no es solo consumo, ni solo pasarela, ni solo ese outfit perfecto que aparece en un video de 15 segundos con música trendy de fondo.


Las redes sociales han convertido la moda en algo exclusivo, aspiracional y, muchas veces, vacío. La reducen a una fórmula: copia, pega, repite. Pero la moda real, la que nace de la necesidad, del ingenio, del margen, no siempre tiene intención de serlo.

Se gesta en la banqueta, en la paquita de 2x100, en los tianguis, en los armarios heredados, en los festivales de barrio y en las tiendas de segunda mano donde una chamarra rota tiene más historia que una marca de lujo. Ahí, en lo que no busca likes, es donde realmente pasa algo.

No se puede encapsular un movimiento cultural y creativo en una tendencia viral o en el lenguaje limitado de las apps. Cuando se intenta hacer eso, se convierte la moda en un disfraz sin alma. Se ridiculiza, se trivializa. La moda no es superficial por naturaleza; se vuelve superficial cuando se le despoja de contexto, de intención, de historia.

Es fácil caer en la trampa del “clean look” o el “old money aesthetic”, estilos basados en generaciones de privilegios, en una estética blanca, contenida, y profundamente occidental. Nos los venden como el epítome del buen gusto. Pero ¿de verdad es buen gusto… o simplemente la versión que el poder nos enseñó a aplaudir?

La moda es una rama de la innovación, un espejo social; una herramienta de protesta, de identidad, de exploración. No es (solo) una playera con logo, ni los sneakers del mes. Es también el cinturón que te recuerda a tu abuela, la blusa que encontraste entre los puestos de La Lagunilla, los aretes artesanales que compraste en un pueblo mágico. Es aquello que no necesita ser validado para tener valor.

Porque en un mundo que nos exige encajar, vestirnos con libertad es un acto radical. Y por eso, fuck el stylist, fuck el estilo.


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