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PERSONAJES

Alexis Zambrano, el artista mexicano que transforma lo espiritual en lenguaje visual

El artista mexicano abre una ventana a su universo interior con Song of the Inner Cosmos, una serie que conecta arte, espiritualidad y memoria.

Creatividad, talento y visión reunidos en un mismo proyecto  / Foto: Juan Esteban Ayerbe
Creatividad, talento y visión reunidos en un mismo proyecto / Foto: Juan Esteban Ayerbe
Angel Zayun

Alexis Zambrano invita al espectador a entrar en un cosmos visual, donde convergen la geometría, la memoria y el misticismo. 

Su más reciente cuerpo de obra, titulado Song of the Inner Cosmos, es una exploración profundamente personal y filosófica del universo interno, una serie que desdibuja los límites entre la arquitectura sagrada, la navegación celestial y la transformación espiritual.


Desde su estudio en la ciudad de Nueva York, donde ha trabajado durante los últimos 18 años, Zambrano desarrolla una práctica artística que entrelaza sus raíces en México, su formación en arquitectura y una sensibilidad estética marcada por lo simbólico.

En esta serie, retoma formas inspiradas en la geometría sagrada, la astronomía y el pensamiento metafísico, fusionándolas con un paisaje emocional y cultural propio.

Ricamente detalladas, las obras evocan instrumentos de orientación, mapas celestes, códices antiguos, herramientas imaginarias para medir el tiempo y el alma. Cada pieza es un artefacto de búsqueda interior, construido a partir de la precisión y la intuición.

La exposición se estrenará este otoño, pero ofrecemos a los lectores una mirada previa exclusiva a un cuerpo de obra resonante y en evolución, uno que conecta con algo antiguo, cósmico y profundamente personal.

¿Qué te inspiró Song of the inner Cosmos?

La inspiración surgió al mirar hacia adentro, al emprender una búsqueda de la esencia, del alma y de nuestras conexiones invisibles con el universo.

El título Song of the Inner Cosmos surgió al imaginar que dentro de cada uno de nosotros hay una especie de armonía silenciosa, un canto que resuena con las formas del cosmos.

Quise crear piezas que funcionen como mapas o partituras de ese canto: visualizaciones de lo intangible, de esa energía interior que muchas veces olvidamos, pero que siempre está ahí, esperando ser recordada.


¿Cómo se relacionan la arquitectura, la astronomía y la memoria personal en esta obra?

Para mí, la arquitectura es una forma de organizar el espacio, pero también puede ser una manera de organizar el pensamiento y la experiencia interior.

En esta serie, utilicé estructuras que recuerdan planos arquitectónicos, diagramas astronómicos y dispositivos antiguos de navegación, no como herramientas científicas, sino como símbolos de orientación interna.

La astronomía me interesa, no sólo como ciencia, sino como metáfora: mirar hacia el cielo siempre ha sido también una forma de preguntarnos quiénes somos y de dónde venimos.

La memoria personal entra en juego porque muchos de estos símbolos, como círculos, esferas y órbitas, resuenan con momentos de introspección que he vivido, con preguntas que me han acompañado, desde mi infancia en México, hasta mi vida adulta en Nueva York.

Es una forma de construir un lenguaje visual que une lo cósmico con lo íntimo.

Muchas de las piezas parecen mapas espirituales o instrumentos simbólicos, ¿te basaste en algún lenguaje visual o tradición específica?

Tomé inspiración de varios lenguajes visuales y simbólicos. Me interesan mucho los códices mesoamericanos, los diagramas alquímicos del Renacimiento, los mandalas budistas, los astrolabios islámicos y los mapas estelares antiguos.


Todos comparten una intención común: representar lo invisible, hacer tangible lo espiritual o lo cósmico. Me atraen porque revelan una época en la que ciencia, arte y espiritualidad no estaban separados, sino que se entrelazaban como parte de una misma búsqueda; no intenté copiar esos sistemas, sino reinterpretarlos desde mi propio lenguaje visual.

Me gusta pensar que las obras funcionan como artefactos de un tiempo imaginario, objetos que podrían pertenecer a una civilización que observa hacia adentro en lugar de hacia afuera.

Has vivido muchos años en Nueva York. ¿De qué forma ha influido la ciudad en tu proceso creativo?

Nueva York ha sido una influencia inmensa en mi vida y en mi obra. Vivir aquí significa estar en constante exposición a lo mejor del mundo de arte, de la historia y de la diversidad cultural.

Lugares como The Met Museum han sido como templos para mí, espacios donde puedo perderme durante horas observando, desde el arte egipcio, hasta pinturas de la India o códices medievales; esa amplitud de culturas me ha formado el ojo y el alma.

La ciudad exige una enorme flexibilidad. Está en constante cambio, lo que ayer era relevante, hoy ya no lo es. Esa velocidad te obliga a adaptarte, a no aferrarte, a estar siempre en evolución. Creo que eso ha influido en mi trabajo, en cómo pienso las formas, el tiempo y la transformación.

Nueva York te enseña a moverte entre opuestos, lo espiritual y lo urbano, lo íntimo y lo monumental y a encontrar belleza en las tensiones de la vida. Es una ciudad donde las posibilidades son infinitas, he conocido personas de todas partes del mundo, con perspectivas radicalmente distintas.

Eso te obliga a cuestionarte, a refinar tu voz, a abrirte a nuevas formas de ver el mundo. Es una ciudad que no te permite estancarte, y por eso es tan formativa para cualquier persona que radique ahí.


Tu práctica artística abarca la pintura, la escultura y los aromas a través de tus inciensos y productos creados bajo tu marca SACRIS. ¿Cómo decides qué medio utilizar para cada obra? ¿Qué papel juegan los materiales y los sentidos en tu obra? ¿Existe una conversación entre tu obra artística y los productos de Sacris?

Definitivamente, existe una conversación entre todas las facetas de mi práctica. Para mí, crear en cualquiera de los medios en los que trabajo es como escribir un diario sensorial: lo que veo, lo que huelo, lo que experimento, todo influye en lo que produzco.

A veces estoy trabajando en una pintura con un tema botánico mientras desarrollo un incienso, una vela o aroma con ingredientes que provienen de las mismas plantas. SACRIS nace desde ese mismo lugar, como una extensión de mi búsqueda artística.

Me interesa generar encuentros directos entre estos dos mundos a través de colaboraciones entre SACRIS y mi obra artística. Produzco ediciones limitadas de objetos de uso cotidiano como charolitas de porcelana, recipientes o piezas decorativas que se convierten en extensiones de mi práctica artística.

Son objetos funcionales que, al mismo tiempo, invitan a ser contemplados como pequeñas obras de arte. Me atrae esa zona intermedia donde lo utilitario y el arte se cruzan.

¿Cómo equilibras la intuición y la estructura en estas composiciones?

Para mí, la estructura y la intuición no son opuestos, sino dos lenguajes que se entrelazan. Mi formación en arquitectura me enseñó a pensar en términos de orden, proporción y geometría.

Eso está presente en muchas de mis composiciones: uso sistemas, simetrías y formas repetitivas que evocan instrumentos o mapas. El orden es solo el punto de partida, lo que guía realmente la obra es la intuición, esa voz silenciosa que surge cuando apago el pensamiento racional y dejo que la imagen me diga lo que necesita.


Hay momentos en el proceso donde debo romper mis propias reglas, dejar que algo más fluya. A veces una forma aparece y no sé de dónde viene, pero sé que debe estar ahí.

¿Consideras que tu trabajo forma parte de una búsqueda espiritual o filosófica más amplia?

Sí, sin duda. Creo que, como seres humanos, todos estamos en una búsqueda constante de sentido y propósito. Mi trabajo es simplemente mi manera de explorar esas preguntas desde lo visual.

No pretendo dar respuestas, pero sí abrir espacios de contemplación creando imágenes que inviten al espectador a detenerse, a mirar hacia adentro, a preguntarse por qué esta aquí y qué fuerzas invisibles nos guían nuestra existencia.

El arte tiene esa capacidad mágica de tocar algo que las palabras no alcanzan. A través de la geometría, los símbolos y la repetición, intento construir un lenguaje que hable de lo intangible, de lo sagrado que existe en lo cotidiano, de los ciclos que atravesamos, del misterio que está siempre presente si aprendemos a observarlo.

En ese sentido, sí es una búsqueda espiritual, aunque no ligada a una religión, es más bien una forma de afinar la percepción, de reconocer que la vida está llena de señales, ritmos y conexiones que muchas veces ignoramos.

¿Qué papel juega tu herencia mexicana en estos temas cosmológicos?

Crecí en México rodeado de símbolos, tradiciones y una fuerte conexión con la historia del territorio. Desde muy joven me fascinó la manera en que las culturas mesoamericanas observaban el cielo: no solo como un fenómeno físico, sino como un lenguaje cargado de significado espiritual.

Aprendí sobre los calendarios solares y lunares, las pirámides orientadas hacia eventos astronómicos, y esa visión del tiempo como algo cíclico, ligado a la vida, la muerte y la regeneración.


Pero también crecí dentro de un contexto donde esa cosmovisión se entrelazaba con el legado colonial; una mezcla compleja de conocimiento ancestral y pensamiento europeo, especialmente a través de figuras como la de el padre jesuita Athanasius Kircher o el cosmógrafo Thomas Wright, quienes intentaron representar el universo desde un lugar más simbólico, casi místico. Esa tensión entre ambas culturas, lo mágico y lo científico, sigue viva en mí.

¿Hay alguna obra en la serie que consideres el núcleo emocional o conceptual del conjunto?

Looking Within, es un auto retrato donde me represento en una secuencia recursiva que parece adentrarse en mi propio ser. La figura se repite en espiral, como si cada capa de mí mismo revelara otra más profunda es una metáfora visual del viaje interior, del desmantelamiento del ego y de la búsqueda de esencia.

Alrededor de mi, una serie de formas radiantes en azul y amarillo evocan tanto la luz de el sol y la luna como mandalas o sistemas estelares. Esta vibración visual entre lo cósmico y lo psicológico es exactamente lo que intento explorar en la serie: la relación entre el universo interior y el exterior.


Elegí esta obra como el núcleo porque encapsula muchos de los temas centrales: la introspección, el tiempo no lineal, la repetición como portal, y la tensión entre lo visible y lo oculto. Es una pieza que funciona como puerta y como un espejo a la vez.

¿Qué esperas que experimente el espectador al enfrentarse a estas piezas, las ves como meditativas, reveladoras, o algo distinto?

Espero que al enfrentarse a estas obras, el espectador sienta una pausa, una especie de suspensión del tiempo. Me interesa que el trabajo funcione como una invitación a mirar hacia adentro, a hacerse preguntas, a sentir más que a entender.

Si las obras logran abrir una pequeña rendija hacia lo invisible, hacia lo que a veces se intuye pero no se puede nombrar, han cumplido su propósito. Esta obra la veo como portales meditativos, pero también como espejos: cada persona proyecta algo diferente en ellas.

Algunos pueden sentir calma, otros incomodidad, otros una sensación de reconocimiento. No me interesa imponer una lectura única, sino crear un espacio donde lo simbólico, lo espiritual y lo personal se crucen.



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