Enseñanzas, momentos y sentimientos de orgullo, son algunos de los factores que Agustín Blanco refleja como papá, una faceta que vive con entrega, emoción y conciencia del impacto que su presencia tiene en la vida de sus hijos.
Ser papá representa un gran reto, especialmente al inicio, cuando todo es nuevo y los desafíos parecen constantes. Sin embargo, cada esfuerzo vale la pena al ver crecer y avanzar a los hijos. Para Agustín, esta etapa ha sido profundamente conmovedora, impulsada por el deseo de sacar lo mejor de ellos.
“A veces uno se equivoca, pero aprendes con el tiempo. Mi mayor reto como padre es formar a mis hijos como hombres de bien”.

En ocasiones, ser el pilar conlleva a encontrar un equilibrio entre la paternidad y las metas profesionales, sin embargo con cargas pesadas, hay que darse el tiempo suficiente.
“Trato de darme tiempo para todo, familia, Dios, trabajo, amigos, deporte. Pero hay épocas en que se carga el trabajo, por lo que busco descartar cosas que no agregan mucho valor, para así seleccionar el tiempo en lo que es más relevante para mí y buscar ese equilibrio”.
Aunque tradicionalmente se ha asociado la figura paterna con rigidez y contención emocional, cada vez son más los hombres que buscan romper con esos estereotipos, mostrando una paternidad más auténtica y humana.
Ser padre no significa esconder las emociones, sino saber guiarlas con madurez. “Uno trata de evitar que la gente conozca tus vulnerabilidades, pero nadie es perfecto, y cuando muestro una vulnerabilidad frente a mis hijos, trato de hacerles ver que es normal tener malos momentos y que uno debe aprender a sobreponerse de ello, y tomar las cosas con madurez”.

Presenciar el crecimiento de los hijos, acompañarlos en cada etapa y celebrar sus logros, grandes o pequeños, es una de las mayores recompensas de la paternidad. Para Agustín, cada uno de esos momentos se convierte en un motivo de orgullo y alegría genuina.
“Los nacimientos de mis hijos, sin embargo, a través del tiempo han surgido grandes logros emotivos por ejemplo, sus sacramentos, graduaciones y campeonatos, entre otros. Muchos momentos que me han llenado de orgullo y felicidad”.
La conexión entre padres e hijos es un lazo que se fortalece con el tiempo, construido a partir de la confianza, la presencia y los pequeños momentos compartidos.
Es una relación que, aunque muchas veces no se exprese en palabras, se manifiesta con fuerza en los gestos cotidianos. “Cuando se acercan a pedirme consejos, es muy especial para mí, porque me hacen sentir que les puedo ayudar en algo, me hacen parte de un momento que para ellos es importante, y que al final, para mí también lo es. Cuando comemos juntos en familia y vamos a misa, es una de las actividades que más disfruto”.
Agustín, por ejemplo, en su momento, ¿qué te hubiera gustado aprender de tu padre que hoy intentas aplicar con los tuyos?
Mi papá siempre fue un apasionado del deporte y me transmitió ese amor desde muy joven. Aunque tuvo una lesión importante que con el tiempo le dificultó seguir practicando algunos deportes conmigo, su ejemplo quedó muy presente en mí.
Hoy, intento hacer lo mismo con mis hijos, motivarlos a mantenerse activos y disfrutar del juego. Siempre que puedo, compartimos tiempo jugando golf, pádel, fútbol o básquetbol.

Ahora que lo mencionas, y para cerrar, cuando comparten actividades en familia o terminan de practicarlas, ¿qué es lo que más disfrutas de esos momentos?
Sin duda, las pláticas. Disfruto muchísimo cuando después de convivir, nos sentamos todos a conversar, a veces recordando anécdotas que nos hacen reír, otras veces soñando juntos con algún proyecto o planificando el próximo viaje en familia. Es en esos momentos sencillos donde se fortalece nuestra conexión y se crean recuerdos que nos acompañan para siempre.
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