Ellas son Ana Lucía López y Betty Cantú, dos apasionadas que encuentran en la escaramuza mucho más que un deporte: un estilo de vida que une tradición, compañerismo y amor por los caballos.
Betty Cantú inició su vida con los caballos desde muy pequeña, apenas a los seis años, cuando su mamá, Beatriz Pedraza, les inculcó a ella y a sus hermanos el amor por el deporte y, en especial, por la charrería.
Con dedicación y esfuerzo, se preparan para los torneos estatales, y en ocasiones participan en eventos fuera de Tamaulipas. Para Betty, el contacto con los caballos es más que un deporte; es una experiencia terapéutica.
“Es una sensación de libertad increíble. Muchos le temen a subirse, pero yo temo el día en que no pueda hacerlo”, comparte.
El mayor desafío que ha enfrentado en este deporte ha sido mantenerse activa a pesar de las múltiples responsabilidades, especialmente como mamá. Sin embargo, ha logrado equilibrar ambas facetas porque la charrería es una pasión que la motiva día a día.
A lo largo de los años, Betty ha acumulado innumerables anécdotas, pero una de las experiencias que más satisfacción le ha brindado es ser fundadora de la Escaramuza Generales de la Pedro José Méndez.
“Fue un proyecto lleno de sacrificio y amor. Ver a las chicas entregarse en el ruedo, especialmente en nuestro primer torneo estatal, me marcó para siempre”, dice con orgullo.

En cuanto al calzado, explica que utilizan una bota especial conocida como “bota de escaramuza”. Esta bota es diferente al calzado convencional: está hecha de piel, tiene suela lisa y tacón bajo, lo que ofrece mejor agarre en el estribo y mayor seguridad al montar. Además, es una pieza esencial del uniforme, diseñada para combinar con el vestido de escaramuza, manteniendo la elegancia y la tradición que distinguen a este deporte.
En su vida, Betty ha tenido muchos ejemplos dentro de su familia, quienes han hecho de la charrería un legado que se transmite de generación en generación.
Además, han participado en eventos internacionales, como en Texas, donde además de sus presentaciones ecuestres, también realizan bailes folclóricos que reflejan con orgullo sus raíces mexicanas y el amor por su cultura.
Por otra parte, Ana Lucía López Benavides siempre ha creído que:
“La clave está en agradecer y encontrar lo bueno en cada momento, por pequeño que parezca”.
Fue esta filosofía la que la impulsó a descubrir su gusto por la charrería a los 19 años, influenciada por la familia de su padre. Con el tiempo, este deporte se volvió su pasión y la motivó a involucrarse cada vez más.

El equipo de escaramuzas está conformado por ocho integrantes que entrenan varios días a la semana. Cuando se acerca un torneo importante, se coordinan con dedicación para alcanzar su objetivo, siempre manteniendo la disciplina como base fundamental.
Han participado en torneos estatales y nacionales, donde cada competencia representa un reto y, al mismo tiempo, una oportunidad para crecer como equipo.
“Estar con los caballos me da una sensación de paz y tranquilidad. Son seres nobles e intuitivos, que transmiten una energía muy especial. Para mí, estar con ellos es una forma de desconectar del estrés y reconectar conmigo misma”, dice.
Uno de los mayores desafíos ha sido mantener el compromiso. La escaramuza no es un deporte individual; es un esfuerzo colectivo de ocho mujeres que deben coordinar tiempos, responsabilidades y objetivos. Lograr esa armonía requiere esfuerzo, constancia y, sobre todo, mucha pasión.

En el equipo de Las Generalas de la Pedro José Méndez, fundado por Betty Cantú, cada viaje y cada rutina compartida se vive como una experiencia mágica que refuerza el amor por este deporte.
En su camino de aprendizaje, Ana Lucía ha encontrado grandes ejemplos, empezando por sus compañeras de equipo, quienes aportan algo valioso, y también en las mujeres pioneras de la charrería, ejemplos de disciplina, elegancia y fuerza.
El vestuario de la escaramuza es toda una tradición y un honor portarlo. Sus vestidos de charra son confeccionados por Loly Galván en Ciudad Victoria. Cada traje es especial, no solo por su diseño y confección artesanal, sino por lo que representa: identidad, tradición y respeto hacia la charrería.

El vestido de escaramuza no es solo un atuendo hermoso, es un símbolo de identidad y tradición. Representa la elegancia y la feminidad dentro de un deporte que nació siendo masculino, pero que con el tiempo abrió espacios para las mujeres. Cada diseño refleja el respeto por la charrería y nuestras raíces.
En cuanto a los colores, cada equipo elige aquellos que expresan su estilo y personalidad. Algunos tonos responden a la tradición, otros buscan destacar en la competencia. Los bordados y detalles cuentan historias; al usarlos, sentimos que llevamos con nosotras un pedacito de México y de nuestras familias.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.