Estamos de acuerdo en que la violencia no hace nada por nadie, ¿cierto? Bueno, pues resulta que no solo sigue siendo una realidad brutal, sino que puede dejar huellas tan profundas que alteran el cerebro femenino.
Y es que, no solo afecta la vida cotidiana de las mujeres, sino que también impacta directamente en su salud física y mental. Y, como lo explica la profesora Susana P. Gaytán en un análisis publicado en The Conversation, incluso transforma la estructura del cerebral.
Así es como la violencia altera el cerebro femenino
La violencia de género no ocurre en un vacío. Sucede dentro de relaciones afectivas, con personas del círculo más íntimo. Este contexto hace que el daño sea mayor, porque la víctima queda atrapada entre el miedo, la manipulación emocional y la pérdida progresiva de su red de apoyo.
Es lo que se conoce como el círculo de la violencia, una espiral donde el maltrato se normaliza y el cerebro vive en estado de alerta constante. Ese estrés sostenido, según investigaciones recientes, empieza a dejar marcas físicas.
Las neuroimágenes muestran que el maltrato continuo daña la materia blanca, esa red de fibras nerviosas que conecta diferentes zonas del cerebro. Cuando esta estructura se afecta, la comunicación entre neuronas deja de ser fluida y se comprometen funciones esenciales como la memoria y la regulación emocional.
También se ha visto que los cerebros de mujeres víctimas de violencia son menos voluminosos. La violencia reduce la profundidad de los pliegues cerebrales, lo que disminuye la cantidad de neuronas disponibles.
Con menos neuronas y surcos más superficiales, el cerebro procesa la información con menor eficiencia. Esto explica por qué muchas mujeres experimentan confusión, miedo constante o dificultades para pensar con claridad.
¿Cuáles son las consecuencias de estos cambios en el cerebro?
Los efectos van mucho más allá de los golpes visibles. La violencia altera regiones clave como la amígdala, la corteza prefrontal, el hipocampo y el hipotálamo.
Todas estas zonas intervienen en la toma de decisiones, la respuesta al estrés, la planificación y la capacidad de organizar ideas. Cuando estas áreas se dañan, las mujeres pueden tener dificultades para concentrarse, resolver problemas o incluso evaluar el riesgo.
El cerebro social también se ve comprometido. Esto afecta la capacidad para interpretar las intenciones de otras personas o leer señales emocionales, algo que puede generar aislamiento, inseguridad y miedo a establecer nuevas relaciones.
A nivel químico, el estrés crónico desajusta sustancias como la serotonina, el cortisol y la dopamina. Sus niveles se disparan o se desploman, abriendo la puerta a trastornos como depresión, ansiedad y alteraciones del sueño. Y aunque estos efectos son profundos, no son un reflejo de debilidad; son una consecuencia directa de sobrevivir a un entorno traumático.
Aun así, el panorama no es completamente sombrío. El cerebro tiene una capacidad increíble para recuperarse. Con apoyo psicológico, redes de acompañamiento y tratamiento adecuado, las víctimas pueden sanar y reconstruir su bienestar emocional.
Cómo evitar la violencia de género
El primer paso es reconocer que la violencia de género es un problema estructural, no un asunto privado. Implica desigualdad, control y abuso emocional que se normaliza con el tiempo. Por eso, la prevención empieza mucho antes del primer golpe: en la educación, la comunicación y el rechazo colectivo a cualquier forma de agresión.
También es fundamental aprender a identificar señales tempranas. Los celos excesivos, el aislamiento, el control del tiempo o del dinero, el desprecio disfrazado de “broma” y el miedo a causar enojo son alertas que no deben ignorarse. Hablar de esto, pedir ayuda y confiar en la intuición puede marcar la diferencia.
Por último, apoyar a una víctima implica acompañarla sin juzgarla, ofrecer información sobre líneas de ayuda y entender que salir de una relación violenta es un proceso. La violencia transforma el cerebro, pero también la vida emocional de quien la padece. La empatía y el acceso a recursos profesionales pueden abrirle una puerta a la recuperación.
La violencia de género daña, rompe y deja cicatrices invisibles. Pero con prevención, conciencia y apoyo, es posible salvar vidas y ofrecer un camino real hacia la sanación.
¿Lo sabías?
Coordinadora de Chic Magazine digital. Egresada de la Licenciatura en Comunicación de la FES Acatlán. Vivo de cine, los libros, videojuegos y la buena comida.
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