Cuando llega el frío pensamos naturalmente en abrigos, bebidas calientes y calefacción, pero casi nunca en tomar más agua. Y, sin embargo, es justo en esta época cuando muchas personas se deshidratan sin notarlo.
La sensación de sed baja, el cuerpo trabaja de otra manera y factores como la calefacción o las enfermedades respiratorias terminan jugando en contra.
Es por eso que hablamos con Ximena Barajas, Health Marketing Jr. de Bonafont, sobre cómo el invierno representa un reto para la hidratación diaria y qué podemos hacer para mantener el equilibrio del cuerpo en esta temporada.
¿Por qué el clima frío deshidrata?
Ximena explica que la pérdida de agua es algo que sucede todo el tiempo, incluso sin darnos cuenta. “El cuerpo pierde agua todo el tiempo, incluso al respirar perdemos agua y cuando baja la temperatura, el aire se vuelve más seco y el cuerpo pierde agua a través de la respiración y la piel, incluso sin sudar”. Esa simple idea rompe con el mito de que solo el calor nos deshidrata.
El invierno trae un aire más seco, lo que acelera la evaporación de agua a nivel respiratorio. Además, el organismo tiene que trabajar más para mantener su temperatura.
Como lo explica Ximena, “el organismo utiliza más energía para mantenerse caliente, lo que aumenta la pérdida de líquidos”. Aunque estemos quietos y con varias capas de ropa, el cuerpo sigue usando recursos para conservar el calor y parte de esos recursos son líquidos.
La experta también aclara por qué asociamos la deshidratación únicamente con el verano. “En invierno, solemos pensar que no necesitamos tanta agua porque no hace calor, pero eso es un mito”.
Y es que, la sensación de sed se reduce, pero las necesidades internas permanecen. “La sensación de sed disminuye con el frío, aunque el cuerpo sigue necesitando la misma cantidad de líquidos para funcionar adecuadamente”.
Hay un detalle fisiológico interesante: cuando baja la temperatura, los vasos sanguíneos se contraen. Esto hace que menos sangre circule hacia la periferia y el cerebro reciba señales equivocadas.
Según Ximena, “los vasos sanguíneos se contraen para conservar el calor, lo que reduce la sensación de sed. Todo esto provoca que el cuerpo pierda líquidos de forma más silenciosa”.
Por eso es tan fácil pasar horas sin beber agua en invierno. No sentimos sed, no sudamos y no experimentamos señales que normalmente asociamos con la deshidratación.
“Esa ‘falsa sensación’ de no necesitar agua es justo lo que lleva a muchas personas a deshidratarse en esta temporada”, explica. Y es cierto: si no hay sudor visible, tendemos a pensar que todo está bajo control.
Pero hay más factores en juego. Ximena menciona que en esta temporada solemos cambiar nuestra forma de comer: “Durante el invierno solemos tener una alimentación más indulgente y con menos frutas y verduras frescas, lo que reduce la ingesta natural de agua que obtenemos de los alimentos”.
De paso, llegan enfermedades respiratorias, fiebre y cansancio. “Cuando el cuerpo está combatiendo una infección o tiene fiebre, pierde más líquidos de lo habitual”.
También están la calefacción y la ropa abrigada. “La calefacción reseca el aire en interiores, y la ropa abrigada hace que transpiremos sin notarlo. Estos factores incrementan la pérdida de agua”. Y aunque no solemos pensar en ello, la piel y las mucosas lo resienten. “Mantener una buena hidratación ayuda a compensar este efecto y a evitar resequedad en la piel y mucosas”.
El cuerpo sí da señales, pero son tan sutiles que pasamos por alto. Ximena señala que los primeros avisos pueden ser “fatiga, dolores de cabeza, piel seca, labios agrietados o dificultad para concentrarse”.
También pueden aparecer irritabilidad o sueño excesivo. Cuando algo así pasa, el cuerpo está diciendo exactamente lo que necesitamos escuchar: “es importante acudir con un profesional de la salud para recibir recomendaciones personalizadas”.
Riesgos de la deshidratación
La deshidratación leve o moderada puede sentirse como “un mal día”, pero tiene consecuencias importantes para el bienestar general. Ximena lo resume así: “Una deshidratación leve puede afectar desde el estado de ánimo, disminuir la concentración, provocar fatiga, puede provocar dolores de cabeza o un estado de malestar general”.
El problema es que estos síntomas son fáciles de confundir con cansancio normal o estrés. Por eso mucha gente no se da cuenta de la raíz del problema. Cuando el cuerpo no tiene suficiente agua, todas sus funciones se vuelven menos eficientes.
Y uno de los sistemas más afectados es el inmunológico. “El agua ayuda a transportar nutrientes y eliminar toxinas. Cuando el cuerpo está deshidratado, el sistema inmunológico se debilita, haciéndolo más vulnerable a resfriados o infecciones respiratorias”.
El invierno de por sí suele traer más virus y bacterias. Con un sistema de defensa debilitado, el riesgo de enfermarse sube. Además, “mantenerse hidratado ayuda a que las mucosas respiratorias se mantengan húmedas y funcionen como una barrera natural”. Eso significa menos resequedad en nariz y garganta, y una protección más efectiva contra agentes externos.
La piel es otro de los órganos que más resiente el impacto. “La deshidratación reduce la humedad interna de la piel, haciéndola más seca, opaca o con picazón”. Los labios también sufren, y el cabello puede volverse quebradizo. Ximena explica que “un equilibrio hídrico adecuado puede ayudar a mantener la piel y el cabello saludables desde dentro”.
Distinguir si el cuerpo está cansado o si simplemente necesita agua puede ser complicado. Pero según Ximena, el cuerpo da pistas claras. “El cansancio por deshidratación suele venir acompañado de falta de enfoque, dolor de cabeza o sensación de pesadez”.
Y el consejo más práctico es casi inmediato: “Beber un vaso de agua puede ser una forma sencilla de comprobarlo: si notas mejoría en pocos minutos, es probable que tu cuerpo solo necesitara hidratación”.
Aun así, recuerda que siempre es importante buscar orientación profesional ante síntomas persistentes. Cada persona tiene necesidades distintas y factores como edad, peso o actividad física pueden cambiar la forma en que debemos hidratarnos.

¿Cómo hidratarse en clima frío?
El primer paso es entender que la hidratación en invierno debe ser constante, no reactiva. Como dice Ximena, “el truco es hacerlo de forma constante, no solo cuando se siente sed”. La clave está en tener agua a la mano y beber a lo largo del día sin esperar señales extremas.
“ Tener siempre agua a la mano, elegir opciones con electrolitos y minerales, y acompañar las comidas con líquidos son hábitos simples que marcan la diferencia”. Aquí, Ximena menciona específicamente que “el agua Bonafont, con su combinación única de minerales y electrolitos, ayuda a mantener el equilibrio natural del cuerpo, incluso en los días más fríos del año”.
Las bebidas calientes también cuentan. Y de hecho, pueden ser grandes aliadas. “Puedes alternar con infusiones naturales o frutas con alto contenido de agua, como naranja, manzana o pepino. En esta temporada, también puedes aprovechar las bebidas calientes como tés naturales, que además de reconfortantes, ayudan a mantener el equilibrio de líquidos en el cuerpo”.
Cuando preguntamos si infusiones, caldos o frutas también hidratan, Ximena fue clara: “Sí, todo líquido sin exceso de azúcar o cafeína contribuye a la hidratación. Sin embargo, el agua natural siempre será la fuente más efectiva, especialmente si contiene minerales y electrolitos que favorecen el equilibrio del cuerpo”.
Sobre los alimentos ideales para esta temporada, destacó que “el agua natural, las infusiones sin azúcar, los caldos vegetales y las frutas ricas en agua son aliados ideales. Las bebidas con electrolitos y minerales naturales, como el agua natural Bonafont, ayudan a reponer minerales que se pierden a lo largo del día”.
Incluso la piel necesita una doble estrategia en invierno, tanto por dentro como por fuera. “Sí. El frío y la calefacción resecan la piel, por lo que se necesita hidratar desde adentro y desde afuera. Beber agua suficiente ayuda a mantener la barrera cutánea en buen estado”.
La recomendación general, según Ximena, es clara: “mínimo 2L de agua diariamente, aunque esto puede variar dependiendo del peso, edad, actividad física, entre otros factores”.
Para cerrar, Ximena ofreció un hábito simple que funciona sin importar la temporada: “Mi recomendación es muy simple: mantener siempre una botella de agua Bonafont cerca, en el escritorio, la mesa o la mochila, para recordar beber por lo menos los 2 litros de agua recomendada durante el día”.
Y añadió un recordatorio importante: “No hace falta tomar grandes cantidades de golpe; pequeños sorbos constantes hacen toda la diferencia”.
También recomienda moderar el consumo de bebidas que favorecen la deshidratación. “En esta temporada, en la que solemos buscar bebidas reconfortantes, vale la pena no olvidar la más importante de todas: el agua natural, nuestra mejor aliada para mantenerte bien por dentro, sin importar el clima”.
¿Lo sabías?
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Coordinadora de Chic Magazine digital. Egresada de la Licenciatura en Comunicación de la FES Acatlán. Vivo de cine, los libros, videojuegos y la buena comida.
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