Hablar con Arturo Crisanto es adentrarse en un universo donde los hilos, las formas y los colores no son simples adornos, sino portadores de historia y cosmovisión. El Chico del Rebozo, como también es conocido, es investigador, diseñador, fotógrafo y artista plástico, ha dedicado su vida a rescatar, documentar y difundir la riqueza de los textiles e indumentarias tradicionales de México, especialmente los de Puebla.
Con 28 años de edad, su pasión lo ha llevado a recorrer comunidades originarias desde la adolescencia, a experimentar con técnicas ancestrales y a llevar su obra a escenarios internacionales como el National Museum of Mexican Art en Chicago.
En esta conversación, el recién galardonado con el Premio Estatal de la Juventud Vicente Suárez 2025 nos habla de su trayectoria, de los desafíos que enfrentan hoy las expresiones textiles frente a la moda rápida, y del profundo significado que el Día de Muertos tiene en su vida y en su obra.
¿Cómo descubriste tu pasión por los textiles y las indumentarias tradicionales?
Desde los 15 años comencé a recorrer Puebla y distintos rincones del país buscando mi origen. En ese camino aprendí a cocinar moles, a tejer palma, a bordar, a modelar barro y, sobre todo, a observar y sentir. Descubrí que lo que vestimos habla de nosotros mismos y de nuestra relación con el mundo. Los textiles artesanales son una forma de ver el mundo, así como transmitir conocimiento e identidad. Allí encontré mi pasión, en comprender que detrás de cada prenda hay semanas, incluso meses, de trabajo, y que cada diseño es un testimonio de vida y comunidad.
Eres investigador, diseñador, fotógrafo y artista plástico. ¿Cómo se entrelazan estas facetas en tu trabajo?
Siempre me inspiraron los polímatas: Monsiváis, Rulfo, el Dr. Atl. En mi caso, la fotografía me permite registrar rituales y tradiciones; el diseño me ayuda a comunicar visualmente las expresiones culturales; el arte me da la posibilidad de experimentar y crear piezas que reflejen mi visión, y la investigación me permite documentar y preservar para las generaciones futuras lo que está en riesgo de desaparecer.
¿Qué te inspira a seguir rescatando y documentando la riqueza textil de México?
El momento en que alguien descubre el valor de estas prendas y empieza a portarlas con orgullo. Me motiva ver que niños y jóvenes ya no sientan vergüenza ni discriminación por usar sus huipiles o indumentarias.
Con cada rescate busco que el patrimonio textil se preserve y que la gente lo valore no como un disfraz, sino como lo que es: identidad viva.
¿Cuáles son los principales desafíos para proteger estas indumentarias frente a la moda rápida y la apropiación cultural?
El reto más grande es cambiar la percepción para entender que lo artesanal no es barato ni secundario, sino un producto de altísimo valor. La moda rápida es desechable; en cambio, los textiles son atemporales, innovadores y profundamente ligados a una comunidad. Frente a la apropiación cultural, el desafío es educarnos como consumidores e investigar quién hace la prenda, de dónde viene y qué historia guarda.
Participas en la 39° exhibición anual de Día de Muertos en el National Museum of Mexican Art. ¿Qué representa para ti?
Es un sueño cumplido. Poder mostrar a Puebla y a México en un escenario internacional es un honor y una responsabilidad enorme. Llevo una obra hecha en cartonería mexicana, una técnica muchas veces subestimada, pero que quiero reivindicar como un medio artístico de alto valor.
¿Puedes contarnos sobre tu instalación Portal al Inframundo?
Es una ventana entre el mundo terrenal y el divino. La pieza central es un espejo enmarcado en cartonería barroca y neomexicanista, rodeado de calaveras que representan la figura de Mictlantecuhtli o Ah Puch y figuras fitomorfas como mazorcas y flores de papel picado al estilo de los altares de San Gabriel Chilac que realicé 100 por ciento a mano con técnicas del siglo XIX.
Representa la creencia de que venimos del maíz y que, al trascender, nos espera una bienvenida en el Mictlán. Es un recordatorio de que el Día de Muertos no es solo tradición, ya que es un portal hacia nuestra memoria y nuestra esperanza.
¿Qué significa para ti el Día de Muertos como artista mexicano?
Durante años lo viví viajando por México, pero solo cobró verdadero sentido cuando perdí a mi abuelo Arturo quien fue como un padre para mí. Entendí que cada elemento de la ofrenda tiene un motivo profundo con el incienso, las velas, la comida.
Como mexicano, es la oportunidad de la esperanza, el consuelo para la añoranza, el recuerdo y el amor, el momento de alivio para la ausencia transformada en alegría, pues la motivación de creer que nuestros antepasados regresan nos permite ver la vida de otra forma, más dulce, colorida y aromática, menos dolorosa. Como artista, es la expresión cultural más grande de nuestro país, un reflejo de nuestro sincretismo.
¿Qué mensaje esperas transmitir en Estados Unidos con tu obra?
Que el Día de Muertos no es un espectáculo folclórico, sino un proceso de reflexión. Quiero que el público se vea en ese espejo y piense en la vida, en la muerte y en lo que significa trascender.
¿Qué sueñas lograr a futuro con tu labor de documentación y rescate cultural?
Sueño con que más personas se interesen en las prácticas tradicionales y que se implementen políticas públicas que protejan el patrimonio cultural inmaterial. Aspiro a que mi colección textil sirva como acervo para futuros estudios y que la cultura de las comunidades deje de verse como mero adorno en eventos públicos.
¿Qué consejo le darías a las nuevas generaciones de artistas y diseñadores que también quieren trabajar con la memoria cultural de México?
Que sean genuinos y respetuosos. Que investiguen a fondo, que vivan las tradiciones en carne propia y que se alejen de la exotización. Hablar de mole es aprender a cocinarlo; hablar de carnaval es participar en él; entender un textil es bordar y tejer. Y sobre todo, que recuerden que nuestro trabajo debe servir para compartir y transmitir, porque quien no vive para servir, no sirve para vivir.
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