Si eres de las personas que no pueden dormir sin una sábana o manta encima, aunque haga calor, no estás solo. Este hábito, más común de lo que imaginas, tiene una explicación que va más allá de la simple comodidad, capricho o costumbre.
De acuerdo con especialistas en psicología, dormir arropado responde a una necesidad emocional y fisiológica vinculada con la sensación de seguridad y el control del entorno. Pero, ¿por qué ocurre esto y qué dice realmente de tu mente? Aquí te contamos el significado detrás de esta curiosa costumbre.
¿Por qué muchas personas no pueden dormir sin una sábana o manta?
Aunque parezca una simple costumbre, la necesidad de dormir con una sábana o manta, incluso cuando no hace frío, tiene raíces profundas tanto en la psicología como en la neurobiología.
Según el psicólogo clínico y especialista en medicina del sueño Michael J. Breus, cubrirse al dormir no solo es un hábito, sino un acto aprendido que simboliza protección y seguridad emocional.
Así, desde la infancia, las mantas funcionan como un pequeño refugio que brinda calma frente a posibles amenazas, ayudando al cuerpo y a la mente a relajarse antes de dormir.
¿Qué dicen los estudios acerca de no poder dormir sin una sábana o manta?
Diversos estudios han demostrado que el contacto físico con una sábana o manta estimula la liberación de oxitocina, conocida como la “hormona del apego”, además de serotonina y dopamina, neurotransmisores que se encargan de regular el estado de ánimo, y que promueven la sensación de bienestar.
De esta forma, dicho proceso genera un efecto reconfortante que disminuye la ansiedad y el estrés, ayudando al cuerpo a alcanzar un estado de calma que facilita el sueño, incluso cuando la temperatura ambiente es alta.
¿Qué es el “efecto de contención”?
La psicología también explica este hábito a través del llamado “efecto de contención", el cual es una sensación similar a la de ser abrazado o envuelto.
Se sabe que esta técnica suele ser utilizada en terapias para tratar la ansiedad o los trastornos sensoriales, ya que estimula el sistema nervioso parasimpático, responsable de inducir tranquilidad.
Así, dormir arropado se convierte en un mecanismo emocional inconsciente que refuerza la sensación de seguridad y cuidado, siendo esta una necesidad que permanece desde la niñez hasta la vida adulta.
Y aunque pueda parecer contradictorio, cubrirse con una manta en noches calurosas ayuda a crear un “microambiente psicológico” de control y calma, ya que al estar el cuerpo en su momento más vulnerable (el sueño), la mente busca señales de protección que reduzcan el estado de alerta.
Por eso, muchas personas asocian estar tapadas con la posibilidad de descansar profundamente.
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