Hoy tuve la suerte de cerrar con broche de oro mi visita a MLB Clubhouse en la Roma Norte, justo en su último día de operaciones. Y qué manera tan increíble de despedir esta experiencia única que trajo las Grandes Ligas directamente al corazón de la Ciudad de México.
Aunque es una lástima que ya haya terminado, la verdad es que valió completamente la pena haber estado ahí para vivir toda la magia del béisbol en una experiencia que difícilmente olvidaré.
Un espacio que respiraba béisbol puro
Desde que llegué a Durango 275, la energía se sentía diferente. El lugar estaba diseñado para hacerte sentir como si estuvieras en un estadio de las Grandes Ligas, pero con un toque muy mexicano que lo hacía especial. Los dos pisos estaban perfectamente organizados, con zonas bien definidas que te llevaban de una experiencia a otra sin que te dieras cuenta de cómo había pasado el tiempo.
Lo que más me gustó fue la variedad de actividades que tenían. No era solo un lugar para ver cosas bonitas y tomarte fotos (aunque también había espacios geniales para eso), sino que realmente te ponían a prueba como si fueras un jugador profesional.
La caja de bateo era una locura total; ahí te das cuenta de lo difícil que es en realidad conectar una pelota que viene a toda velocidad. Y ni hablar de la caja de pitcheo, donde podías medir tu velocidad y precisión. Había familias compitiendo entre ellos, papás tratando de demostrar que aún "tenían el brazo" y niños que la verdad, algunos tenían mejor técnica que los adultos.
Los juegos de realidad virtual estaban padrísimos. Te ponían en situaciones súper realistas donde podías batear en un estadio lleno y hacer un home run o quedar en ridículo. La tecnología estaba muy bien implementada y realmente te hacía sentir como si estuvieras en las Grandes Ligas. Había colas, por supuesto, pero valían la pena porque cada experiencia estaba muy bien cuidada.
Sabores de estadio y arte con propósito
El área de comida era otro punto destacado. Estaba inspirada en el menú del Truist Park, casa de los Atlanta Braves, y la verdad es que lograron capturar esa esencia de "stadium food" que tanto caracteriza a los juegos de béisbol. Desde hot dogs hasta hamburguesas, todo tenía ese sabor auténtico que te transportaba directamente a las gradas de cualquier estadio.
Pero lo que realmente atrae a más que un fanático fue la exposición de arte de la Fundación John Langdon Down. Ver todas esas obras relacionadas con el béisbol, creadas completamente por estudiantes de la institución, le daba un significado mucho más profundo a toda la experiencia.
No solo era entretenimiento, sino que también tenía un propósito social importante.
MLB Clubhouse: Una experiencia familiar
Lo que más me gustó de MLB Clubhouse fue ver cómo toda la familia podía disfrutar juntos. Desde personas adultas que aman el deporte, hasta niños pequeños que quizás estaban descubriendo el béisbol por primera vez.
Aunque es una lástima que esta experiencia haya llegado a su fin, la verdad es que MLB logró crear algo verdaderamente especial en estos seis días. Fue una forma perfecta de celebrar el All-Star Game y de acercar el béisbol a los fans mexicanos de una manera que nunca antes habíamos experimentado.
Cuando vuelva a regresar a la Ciudad de México, definitivamente se volverá en una cita obligada para cualquier amante del Rey de los Deportes.
¿Te tocó ir?
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Coordinadora de Chic Magazine digital. Egresada de la Licenciatura en Comunicación de la FES Acatlán. Vivo de cine, los libros, videojuegos y la buena comida.
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