Desde Monterrey hasta Nueva York, esta gran actriz ha construido una carrera donde el talento se cruza con disciplina, identidad y riesgo. Una historia que demuestra que Broadway no es un destino inmediato, sino una decisión sostenida.
La vocación de Isa Gaya apareció temprano y tomó forma definitiva cuando entendió que su crecimiento artístico necesitaba otro escenario. “Supe qué quería desde muy pequeña. A los ocho años de edad, mi mamá me trajo un disco del musical Wicked y de ahí empezó mi obsesión con Broadway y Nueva York; en cuanto llegué a esta ciudad, me di cuenta que es aquí donde pertenezco y puedo desarrollar todo mi potencial, tanto profesional como personal”, compartió.
Y es que migrar implicó soltar la comodidad emocional para aprender a sostenerse desde nuevas redes afectivas. “Lo más difícil fue alejarme de mi familia y de su apoyo presencial. La vida en Nueva York no es sencilla y es fundamental construir tu propia pequeña familia y red de apoyo”, aseguró.
El primer “sí” llegó como una validación interna que redefinió su confianza profesional. “Mi primer gran ‘sí’ fue en mi obra off-Broadway, eso me demostró que tengo el talento necesario, ahora estoy emprendiendo mi propio camino con una empresa de teatro sin fines de lucro llamada Amoeba”, reveló.
Pero a Isa la atrapó de manera cautivante su más reciente proyecto llamado The Office A Musical Parody, el cual mezcla humor, nostalgia pop y ritmo escénico. El proyecto se volvió suyo, gracias a la libertad creativa y a la respuesta viva del público. “Me atrajo profundamente por la libertad creativa que ofrece. Actualmente presentamos cinco funciones a la semana, un ritmo exigente, pero la energía del público y sus risas son el motor de cada función”, expresó.
La comedia se transforma según la cultura, y ahí su origen se convierte en ventaja. “El humor estadounidense y el mexicano son muy distintos, siempre incorporo matices del humor mexicano; mi herencia regiomontana aporta una capa adicional de autenticidad”, dijo.
La evolución actoral ha sido tan técnica como emocional. “Mi crecimiento como actriz ha sido constante. Hoy me reconozco como una actriz mucho más segura, vivir y trabajar en Nueva York me ayudó a desarrollar una piel más fuerte y una confianza más sólida”, afirmó.
En una industria saturada de talento, la disciplina marca la diferencia real. “Es cierto que existen personas con ‘star power’, pero no todos lo poseen. La disciplina, la constancia y el entrenamiento diario son los verdaderos pilares para destacar”, mencionó.
La identidad no se diluye al cruzar fronteras; se afina. “Mi identidad regiomontana sigue siendo una parte fundamental de mi trabajo. Esa raíz cultural se ha convertido en una fortaleza que aporta singularidad”. Más allá del escenario, el oficio reveló algo inesperado. “Las personas que este oficio ha traído a mi vida, hoy forman parte de mi círculo más cercano y con ellas estoy creando nuevas oportunidades artísticas”, comentó.
Representar al norte de México adquiere un peso simbólico en un escenario global y Gaya lo sabe. “Es una fuente de profundo orgullo, sentir que llevo conmigo un pedazo de Monterrey, le da un sentido aún más profundo a mi trabajo”. La artista que hoy pisa el escenario ya no duda de su lugar. “Hoy se sube una Isa más segura, más consciente de su talento; ahora sé que pertenezco a esta ciudad”, dijo.
Sin duda alguna, antes del glamour, existe una verdad que debe asumirse con honestidad. “No es un camino fácil, van a llegar muchos ‘no’, pero cuando se persevera, incluso un pequeño ‘sí’ puede transformar una vida”, concluyó.
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