Después de la pandemia, cuando el mundo se recuperaba de la incertidumbre y la tristeza, todos buscábamos rescatar un poco de belleza y festividad. La moda tiene ese poder de devolver la fantasía y la alegría a lo perdido. En ese entonces yo trabajaba en el estudio de novias del diseñador Héctor Serna bordando velos mientras un constante ir y venir de clientas, estilistas y modelos llenaba el taller. Algunos se iban con la misma prisa con la que llegaban, pero otros se detenían a conversar.
Así conocí a Jonathan Arroyo, un joven fotógrafo que llenaba el estudio con un remolino de energía y curiosidad: hablaba, reía, preguntaba, quería saber qué colección se cocinaba y planeaba las siguientes sesiones con Serna. Tenía 20 años y hablaba del futuro como si ya lo habitara.
Cinco años después, vuelvo a encontrarme con él en esta entrevista para CHIC Magazine, revista donde colaboró como fotógrafo de portada varios años, ahora con más experiencia, un estilo definido y una mirada que ha viajado al extranjero. Aquí Jonathan repasa su evolución creativa y lo que imagina para su futuro.
¿Cómo se define Jonathan Arroyo?
Jonathan Arroyo, es un fotógrafo de moda y un creativo. Además, diría que soy una persona que vive dentro de su mente, donde pasan mil cosas. Imagino mucho, siento mucho; todo el tiempo estoy pensando, creando, inspirándome. Mi vida gira en torno a la fotografía, la moda, la creatividad y el arte. Mi trabajo es una continuidad de mí.
Nací en Puebla, tengo 25 años y comencé mi carrera hace cinco. Actualmente vivo en Ciudad de México y ha sido una aventura. Difícil, pero lo estoy disfrutando mucho.
Moda y beauty, ¿cómo nace ese sentido por capturar la belleza?
Desde niño recuerdo visitar exposiciones en Ciudad de México; una de mis favoritas fue la de Paul Strand, el pionero de la fotografía modernista. Yo tenía 12 años. Mi hermana llevaba a casa una revista muy interesante, Leer en Bicicleta. Ahí descubrí que la fotografía podía profundizar en un tema y sin saber que estaba viendo editoriales comencé a registrar prendas, estructuras, formas.
A los 15 conocí a un amigo con quien comencé a practicar con la cámara que nos prestaba una compañera. Éramos autodidactas con videos de YouTube. Yo siempre quise hacer foto de moda; él tenía otro estilo. Eventualmente tomamos caminos distintos. Seguí mi carrera en comunicación creyendo que ese era mi plan de vida, hasta que tuve una crisis y depresión que me obligó a preguntarme con honestidad qué quería realmente.
Supe que quería ser fotógrafo de moda. Quería despertarme para esto, desvelarme por esto, llorar por esto, viajar por esto. Quería vivir de esto. Ahí empezó el camino, aunque no tenía contactos. Aprendí yo mismo a armar un book y comencé a pidiendo favores a mis amigas para posar, a conocidos para usar sus casas, a mi mamá y mi hermana para prestarme ropa. Recolecté todo lo que pude hasta crear un portafolio presentable para los diseñadores de moda.
¿Tuviste algún mentor en este camino o fue tu intuición la que te guió?
Al principio éramos mi cámara y yo versus el mundo. Eso fue bueno porque aprendí a resolver, producir, dirigir… no solo llegar a shootear. Hasta que una de mis primeras fotos bien logradas llegó al diseñador de moda Héctor Serna. Incluso cuando se la mostré a mi mamá pensó que la había descargado de Internet. Le dije: “No, yo la tomé el otro día, ¿no te acuerdas?”. Ahí supe que mi trabajo comenzaba a hablar por sí mismo.
Fue después de la pandemia, y a partir de esto Héctor quiso armar un shoot conmigo, se convirtió en un guía. Lo quiero muchísimo; él lo sabe. Me acogió, creyó en mí, en mi potencial. Me introdujo en la industria, me llenó de contactos.
Es como mi hada madrina. Pienso que cada artista necesita a alguien así. Además de animarme, me señaló errores y me corrigió. A veces me enojaba, pero confiaba en su experiencia. Hasta hoy sigo hablando con él; sigue dándome lecciones. Hace poco hablamos de cómo los artistas nos limitamos por el “qué dirán”. Coincidimos en que todo fluye mejor cuando eres fiel a tu estilo.
Espera, espera, ¿qué debe tener una foto para que Jonathan Arroyo diga “es una buena foto”?
Antes buscaba la perfección y aprobación de todos; mis estándares eran altísimos. Hoy sé que una buena foto debe representarme. Platón, el fotógrafo, dice que toda fotografía es un autorretrato, y yo lo creo, el fotógrafo está ahí aunque no aparezca. Para mí, una buena foto tiene mi esencia, mi alma incluso está ahí. Claro, debe tener composición, técnica e iluminación, pero sobre todo espontaneidad, ¿sabes? Ese momento mágico.
¿De qué alimentas tu cultura visual? ¿Quiénes son tus referentes?
Así como el cuerpo necesita alimento, la mente creativa también. Me nutro de música, cine, arquitectura, museos. Mis primeros referentes fueron Jean Paul Goude y su musa Grace Jones. Veía sus making of y observaba cómo dirigía. Hice teatro muchos años y eso me dio herramientas para dirigir modelos.
También vi todas las temporadas de America’s Next Top Model, de ahí aprendí poses, líneas. También voy a museos cada semana: un día es de deleite, otro para analizar y entender porqué me gusta. Me gusta una frase de Corita Kent, una monja artista de los años 60, que lo explica en un postulado para artistas: “No intentes crear y analizar al mismo tiempo. Son procesos distintos”.
Has trabajado en el extranjero, ¿qué significa para ti hacer foto fuera de los escenarios mexicanos?
Es increíble que en cinco años mi trabajo me haya llevado a viajar. Te enseña independencia, a resolver problemas sin apoyo. Estuve en tres países: en España buscan fotos comerciales y funcionales; en Londres quieren cosas raras, entre más raras, mejor, fui muy feliz ahí; en Italia la moda es un poco más dramática pero también delicada y etérea, muy conectada a la naturaleza. Y siento que mi foto es así, suena a bosque, hojas cayendo, pajaritos, agua.
¿Y en México? ¿Dónde se posa tu mirada?
Todo lo anterior fue una gran experiencia. Amo Puebla, pero llegó un punto en que ya no me retaba. Por eso migré a CDMX. Pero en México veo un regreso a las raíces, pero no desde lo obvio. Se trae el folklore al presente. Por ejemplo, soy fan de Guillermo Jester, que colabora con artesanos de Chiapas para crear prendas genderless con esos plisados magníficos. Eso me inspira. Ese tipo de creativos me motivan a decir: “sí, quiero ser parte de esta revolución”.
Otro diseñador que admiro profundamente es Maximiliano Rivera. Su trabajo es una mezcla única de drama y minimalismo, una estética que transforma cada pieza en un statement poderoso. Con él he creado mundos. Nuestras visiones se complementan en un equilibrio natural entre su fuerza dramática y clásica, y mi mirada más experimental. Él ha sido clave en mi camino creativo.
¿Qué necesita la industria de moda mexicana para crecer?
Conocí en el extranjero a una diseñadora que varias veces intentó llegar a Fashion Week México. Nunca le dieron espacio… hasta que desfiló fuera del país. Ahora la buscan, pero ella no está convencida y piensa, “Si no apreciaron mi trabajo al inicio, dudo que lo hagan después”.
Creo que la industria es muy sistemática. Fashion Week funciona desde lo comercial y está bien, es su ADN, pero necesitamos nuevos espacios donde se confíe en otras visiones, donde se busque lo disruptivo y nuevas narrativas. Espacios como El Trapo en Puebla, donde no tienes que invertir una enorme cantidad de dinero para presentar tu colección y hay libertad creativa para diseñadores de la periferia.
Tu trabajo llegó a PhotoVogue. ¿Lo imaginaste alguna vez?
Esto me pone emotivo. Es algo que quería mucho y estaba dentro de mis metas, y cuando menos lo forcé se dio. La primera foto publicada la tomé con mi cámara análoga en Italia. Ver mi trabajo en Vogue fue muy fuerte, me hizo sentir todo más real, que mi trabajo ya cumple estos estándares.
La siguiente serie nació una mañana en Morelia, la idea vino mientras caminaba y vi unas flores, me quedé petrificado y regresé corriendo por todos mis amigos, fui por unas tijeras, corté las flores y las usamos como aretes en el modelo con todo lo que teníamos cerca, tomamos la foto frente a la casa, sacaron una bocina con canciones de Jeanette y mientras tomaba las fotos en mi mente aparecía el cuento de El Ruiseñor y la Rosa, pensaba en una historia de amor y todo eso se transmitió a las fotografías. Cuando las vi supe que no había forma de que no las aprobaran.
Piensa que esta entrevista es una cápsula de tiempo, ¿qué frase te gustaría enviarte a ti mismo dentro de cinco o diez años más?
“Crea como niño, imagina como niño”. Cuando crecemos nos vamos alienando, pero un niño no tiene miedo ni sabe de límites, le vale un poco, no se autolimita. Eso puede llevarnos muy lejos. Espero crecer, llegar a nuevos países, conocer gente que me nutra, que me complemente, aprender. Pero no solo espero recibir, también quiero dar dar dar, ayudar a creativos que apenas empiezan, convertirme en el Héctor Serna de alguien más, para devolver a otro, para equilibrar.
Tags relacionados
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
