Las mañanas en el rancho familiar transcurrían con una calma silenciosa. Mientras todos dormían, una niña se escapaba sin hacer ruido y en sus paseos entre el pasto húmedo y el amanecer encontraba pequeños tesoros: flores, ramas, piedras, todo aquello que despertara su imaginación. Lo recolectaba, lo llevaba entre sus manos y lo convertía en un montaje improvisado sobre la mesa del desayuno para la sorpresa de todos al despertar.
Sin saberlo aún, en ese entonces Majo Córdova Diez De Urdanivia (Puebla, 29 años) estaba construyendo el lenguaje que más tarde la definiría en el table styling.
Su abuela Cecilia fue la primera en ver ese brillo. Era quien la observaba poner flores, mezclar texturas, elegir colores y en cada cumpleaños familiar, fue ella quien la animaba a preparar la mesa. “Pensábamos las mesas como un regalo. Mi abuela es mi persona favorita en el mundo y planeábamos todo, me decía ‘¿ahora qué mantel?, ¿qué flores?, a tu mamá le gusta el morado, vamos a comprar servilletas moradas…’ Lo que queríamos es que al sentarse en la mesa el festejado lo disfrute”, recuerda.
Claro, confiesa también que al principio los montajes eran un experimento visual extraño, pero con el pasar del tiempo fue perfeccionando su visión aunque su propósito siempre ha sido el mismo: “Yo no quiero que las mesas sólo se vean bonitas, quiero que los invitados sientan que te preocupaste por hacerlos sentir un buen momento”, dice.
Así, el proyecto Eme Jota Event nació de manera oficial en 2017, precisamente durante un cumpleaños de su abuela, luego de postear una fotografía de la mesa que preparó para la celebración y sus amigos le pidieran replicarla para sus festejos.
Sin embargo, fue durante la pandemia que su trabajo encontró un impulso natural. Las celebraciones dejaron de ser multitudinarias y se volvieron íntimas, sobre todo personales. Ahí Majo entendió que las mesas no eran solo un objeto para admirar, sino que eran un lugar donde las personas se encontraban, donde se compartían conversaciones, momentos y emociones.
“Eme Jota nació gracias al apoyo de mi mamá, sin ella no existiría, ella es, fue y será, el pilar más fuerte porque fue la primera en apoyarme, confiar y creer en mí. Nunca le he metido un peso a publicidad, ni un centavo. De boca en boca se fue construyendo todo. Yo no quiero que las mesas solo se vean lindas, quiero que la gente sienta que hubo una intención detrás, que se vea que te preocupaste por ellos, que tu esencia, la de los anfitriones, está ahí”, afirma convencida de su trabajo.
“Trato de no inspirarme en Pinterest ni ver las tendencias porque a veces siento que me limitan. Estudié Diseño de Imagen y ahí aprendí que si bien, es bueno conocer las tendencias, es más importante adaptarlas a ti. Por eso soy más de inspirarme en la naturaleza, en los viajes que hago, en los colores, soy muy de tonos; ahí es cuando descubro o veo elementos que me impactan, siento ese golpe y de inmediato sé que ahí hay un buena idea”, asegura.
Además, ella aprovecha sus visitas a mercados de antigüedades como en Los Sapos donde siente flechazos cuando mira una pieza que le dice que debe estar en su siguiente montaje. Diseña desde los sentidos, principalmente vista, tacto, olfato, y desde la historia que cada mesa puede contar.
Para ella, un buen altar, una mesa o un árbol de Navidad deben tener movimiento, una sensación de que nada está puesto por casualidad, su magia está en el detalle mínimo que, tal vez, solo notarás cuando ya estás sentado frente a él.
Navidad es su temporada favorita y también la más intensa de su agenda. “Aquí no existe sábado ni domingo, no existe Navidad ni Año Nuevo. Yo vivo en logística absoluta. Hay clientes que en noviembre ya quieren el árbol montado, y yo amo que me pidan cosas nuevas, raras, diferentes. Mi mamá me ayuda a conjugar ideas, ella es mi mano derecha”, cuenta con honestidad y cariño.
Recuerda que el año pasado montó osos polares en pijama y este año, finlandeses; otra Navidad fueron abrigos de Santa colgados en pequeños ganchos y cada uno tenía las iniciales de los invitados. “Por eso el sello de Eme Jota es el cuidado a los detalles, el trabajo en comunidad y la personalización”, resalta.
Con cada temática intenta romper con los clichés, convierte cada evento en una experiencia mientras cuida que lleve un pedazo de historia.
“El año pasado fuimos a Finlandia, y allá venden los cuernos que mudan los renos. Decidí comprarlos, aunque muchos no entendían mi visión, cuando los puse sobre mis mesas se sorprendieron al ver lo increíbles que lucen. A los niños les cuento que vienen directo desde donde vive Santa Claus y es increíble ver como lo creen, se maravillan con esta historia. Este tipo de cosas me encantan, todo está en los detalles”, sostiene con una sonrisa.
Ella agradece cuando sus clientes le dan libertad creativa y confían en el proceso. “Ellos confían en mí y al hacerlo también están dando empleo a muchas personas porque cada detalle está hecho por manos artesanas. Usamos piezas de madera que se hacen entre dos o más carpinteros porque a veces no se dan abasto. Voy con ellos hasta el taller y en medio del aserrín conversamos, afinamos detalles y creamos piezas únicas. He conocido señoras en asilos que pasan todo el año cosiendo muñecos o figuras y en cuanto los veo los compro todos porque sé que quedarán perfectos en mis mesas, trabajo con ellas, les llevo telas y ellas crean cada figurita con mucho cuidado, cada puntada es a mano, por eso es un trabajo muy valioso, nada es creado en serie, todo fue hecho por alguien”, afirma.
Por lo anterior, su éxito no está en lo perfecto ni en lo simétrico, sino en lo humano. Sus mesas combinan emociones, recuerdos, personas, voces, trabajos que sostienen a comunidades de artesanos, y quizá por eso, cuando habla sobre su empresa no la concibe como un negocio sino como un lugar donde todos terminan conectando, recordando y sintiendo que fue un buen momento sentarse a la mesa.
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