“La Navidad... no es un acontecimiento, sino una parte de su hogar que uno lleva siempre en su corazón”.
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Freya Madeline Stark
Año con año, al centro del hogar, en un espacio protagonista, todo se reorganiza en torno al árbol de Navidad. Un sillón se mueve, una mesa esquinera se quita, una lámpara de pie desaparece, de ser necesario toda la estancia cambia, hay que hacer un espacio para el símbolo máximo del fin de año.
Bien podría editarse un manual completo con las “Reglas no escritas para colocar el Árbol de Navidad". Varios capítulos podrían tomar en cuenta los aspectos de ubicación. Debe de ser visible desde cualquier rincón de la estancia, ser protagonista, pero dejar circular. Idealmente hay que colocarlo cerca de una ventana donde propios y ajenos vean al nuevo habitante. Vestido de gala y a la última moda demostrará la creatividad y hará evidente la abundancia existente en el hogar que habita.
Las consideraciones no terminan ahí, cada año existen tendencias para su decoración. Unos las adoptan, otros se rehúsan proclamando su más profundo apego a las tradiciones. Y a todo esto ¿realmente cuál es el origen del dichoso árbol? Todo parece indicar que sus inicios se remontan al territorio que actualmente es Alemania, al menos en la forma que lo conocemos.
El origen es sin duda pagano, las ramas de los arboles “siempre verdes” se usaban para adornar la casa durante el curdo invierno. Se dice que San Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, tomó un hacha y cortó un árbol que representaba al Yggdrasil, y en su lugar plantó un pino, que por ser perenne, simbolizó el amor de Dios, decorándolo con manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo como luz del mundo. Historia que explica su transformación en signo cristiano.
Lo cierto es que el árbol de Navidad, como lo conocemos hoy en día, se implantó primero en Alemania en 1605, llegó a Finlandia en 1800 y a Inglaterra en 1829. Fue en 1841 que por primera vez se instaló en el Castillo de Windsor de mano del Príncipe Alberto, consorte de la Reina Victoria. A la Casa Blanca llegó en 1923, hace menos de 100 años. El primer árbol de Navidad al que México prestó su atención fue el que se levantó en el Castillo de Chapultepec tras la llegada de Maximiliano y Carlota en 1864. Maximiliano de Habsburgo, familiarizado con las costumbres de la corte austriaca, promovió este nuevo símbolo de forma oficial y lo mantuvo como un elemento de las fiestas navideñas durante los tres años del Segundo Imperio Mexicano.
Este invitado temporal revoluciona el interior de las casas. En estos días las fotos familiares del Facebook irán acompañadas de este, que junto a las demás decoraciones de la época transformarán las residencias. Una vez al año los mexicanos nos permitimos transformar el nuestro hábitat, un pequeño interiorista toma decisiones y cambia por completo los espacios de la familia, la intención es recibir a parientes y crear una atmósfera que pasará a ser recuerdo imborrable.
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Existen hoy en día otras preocupaciones en la agenda y son cada vez más evidentes con las nuevas generaciones. ¿Es ecológico poner un árbol en la sala solo por unos días?, ¿vale la pena sacrificarlo a cambio de los imborrables recuerdos? La respuesta no es sencilla, pero parece ser clara. Ya sea artificial o natural este deja huella, no hay vuelta de hoja. Los árboles naturales provienen hoy en día de cultivos sustentables, algunos regionales otros de parajes lejanos como el norte de los Estados Unidos y Canadá. Solo el transporte y su ulterior descarto hacen de su uso uno poco razonable. Los artificiales, aunque duraderos, están elaborados con materiales altamente contaminantes y en su mayoría provienen de China, habría que usarlos decenas de veces para equiparar su huella a los naturales. El dilema, como ya lo decía, no es poco.
La costumbre, de la que muy pocos conocen el origen pero que todos le conceden el estatus de tradición, es posiblemente el único evento anual en el que nos permitimos transformar los interiores de nuestra casa. Un pequeño ejercicio que este año ha sido anticipado con la inclusión de una oficina, una sala de conferencias, un salón de clases, un gimnasio, etc. Hoy el árbol de Navidad llegó a una casa nueva, listo para participar en las maratónicas sesiones de videoconferencias que por meses han sido la rutina de nuestros espacios.
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